domingo, 14 de fevereiro de 2016

Registro. Divaldo Pereira Franco em Uberlândia, MG


12 fevereiro de 2016

No dia 12 de fevereiro de 2016 o Centro de Convenções de Uberlândia, estado
de Minas Gerais, foi insuficiente para atender a tantos que buscavam ouvir
Divaldo Franco. Faltando uma hora para o início das atividades, as
principais entradas de acesso ao recinto foram bloqueadas pelos responsáveis
da segurança, uma vez que a lotação havia atingido sua capacidade máxima,
que – exclusivamente para receber Divaldo Franco – foi ampliada de 4.500
para 6.000 lugares. Os lugares adicionais com telões, igualmente ficaram
repletos.
Assumindo a tribuna, Divaldo Franco apresentou uma visão histórica dos
tratamentos dos distúrbios psiquiátricos. Iniciando por Phillippe Pinel que
em 1.792 – após assumir o cargo de médico geral do asilo para homens de La
Bicêtre (Hospice de la Vieillesse Hommes) decidiu adotar uma nova forma de
ver e principalmente de tratar os portadores de doenças psiquiátricas.
Nessa época os doentes eram confinados em selas gradeadas e acorrentados com
o propósito de evitar fugas e agressões. Discordando desse procedimento,
Pinel libertou-os das correntes e selas.
Logo esse sopro de dignidade varreu toda a Europa e os doentes mentais
passaram a ser tratados como doentes e não como presos ou amaldiçoados por
Deus conforme o pensamento religioso dogmático prevalecente.
Com a passagem dos anos, novas e específicas terapias foram sendo
incorporadas no tratamento das moléstias psiquiátricas, principalmente
aquelas que provocavam a anóxia cerebral temporária, notadamente o choque
elétrico ou a aplicação de insulina e metazol culminando com o
desenvolvimento de barbitúricos e outras medicações que tem por princípio
recompor os desequilíbrios na produção dos neurotransmissores.
Nesse momento Divaldo dá nova direção ao tema e cita Jesus e Allan Kardec
que nos falam de que a gênese dos distúrbios psiquiátricos, assim como de
outras moléstias que acompanham a criatura humana, reside no Espírito
imortal que violando as leis de Deus, incorrem na necessidade de
ressarci-las ao mesmo tempo em que desenvolvem o aprendizado de
respeitá-las.
A perda da noção do significado dos objetivos reais da vida, a veneração dos
falsos deuses do fruir sem a participação da responsabilidade, a busca
contínua das ilusões em detrimento da realidade que parecem prevalecer no
comportamento dos homens e mulheres nos dias atuais, empurram a criatura
humana a adiar o encontro libertador com o seu self, escravizando-a ao ego e
suas manifestações.
A narrativa de Divaldo atinge um ponto culminante. Os presentes constatam
pela exposição de que a Lei de Causa e Efeito é divina e, por tanto justa.
Ninguém enfrenta as dificuldades do caminho sem uma causa igualmente justa.
O alerta da necessidade de renovação dos valores ecoa no recôndito das
almas, Os olhares são de reflexão.
Exatamente nesse instante Divaldo, abrindo os braços como se estivesse
abraçando a todos naquele momento, cita o ensinamento de Jesus exarado em
João capítulo10, versículo 10: “Eu vim para que tenham vida e a tenham com
abundância”.
Jesus, o timoneiro dessa embarcação, aguarda nossa decisão: Abandonar o
navio e seguir as ilusões enganosas ou permanecer ao lado Dele mediante o
esforço de, finalmente, seguir os ensinamentos e exemplos Daquele que foi
designado por Deus para ser nosso modelo e guia. A escolha é livre. A
consequência obrigatória.
Todos se levantam e soa um estrondoso e demorado aplauso que parece,
enganosamente, encerrar a palestra da noite. Mas o convite de Divaldo
permanece reverberando nas mentes dos que vão lentamente se retirando:
Ilusão ou Realidade. Ego ou self. Mamom ou Deus.


                 Texto: Djair de Souza Ribeiro
                  Fotos: Sandra Patrocínio


(Texto em português recebido em email de Jorge Moehlecke)
DIVALDO FRANCO EN UBERLANDIA, MINAS GERAIS -
12 de febrero de 2016.



   El día 12 de febrero de 2016, el Centro de Convenciones de Uberlandia, Estado de Minas Gerais, resultó insuficiente para contener a tantas personas que trataban de escuchar a Divaldo Franco.
   Faltaba una hora para el comienzo de las actividades, cuando las principales entradas de acceso al recinto fueron bloqueadas por los responsables de la seguridad, debido a que la ocupación del local había alcanzado su capacidad máxima, la cual -exclusivamente para recibir a Divaldo Franco- había sido ampliada de 4.500 lugares habituales a 6.000. Las ubicaciones adicionales, con telones, también estuvieron repletas.
   Al ocupar la tribuna, Divaldo Franco presentó una visión histórica de los
tratamientos de las perturbaciones psiquiátricas. Comenzó por Philippe Pinel, quien en 1792, después de que asumió el cargo de Médico General del Asilo para hombres de La Bicêtre -Hospice de la Vieillesse Hommes- decidió adoptar una nueva forma de ver y, principalmente, de tratar a los portadores de enfermedades psiquiátricas. En esa época, los enfermos estaban recluidos en celdas cerradas con rejas, donde además se los encadenaba, con el propósito de evitar fugas y agresiones. Pinel estaba en desacuerdo con ese procedimiento, de modo que los liberó de las cadenas y de las celdas. Tan pronto como ese hálito de dignidad se propagó por toda Europa, los enfermos mentales comenzaron a ser tratados como enfermos y no como presos o parias, malditos de Dios, según el pensamiento religioso dogmático que predominaba.

   Con el paso de los años, nuevas y específicas terapias fueron incorporadas al tratamiento de las enfermedades psiquiátricas, principalmente aquellas que provocaban anoxia cerebral temporaria, sobre todo el choque elétrico o electrochoque, o la aplicación de insulina y metazol, culminando con el desarrollo de barbitúricos y otras medicaciones, que tienen como principio la recomposición de los desequilibrios en la producción de los neurotransmisores. En ese momento, Divaldo da una nueva orientación al tema y cita a Jesús y a Allan Kardec, que nos hablan de que la génesis de los disturbios psiquiátricos, como también de otras enfermedades que acompañan a la criatura humana, reside en el Espíritu inmortal, el cual, cuando viola las leyes de Dios, incurre en la necesidad de reparar su error, al mismo tiempo que efectúa el aprendizaje tendiente a respetarlas.
La pérdida de la noción del significado de los objetivos reales de la vida, la veneración de los falsos dioses, el disfrutar sin la participación de la responsabilidad, la búsqueda continua de las ilusiones en detrimento de la realidad, que parecieran prevalecer en el comportamiento de los hombres y de las mujeres en los días actuales, inducen a la criatura humana a postergar el encuentro liberador con su Self, esclavizándola al ego y a sus manifestaciones.
   La disertación de Divaldo alcanza un punto culminante. Los presentes constatan -a través de la exposición-, que la Ley de Causa y Efecto es divina y, por lo tanto, justa.
   Nadie enfrenta las dificultades del camino sin una causa también justa. El alerta relativo a la necesidad de renovación de los valores, resuena en lo recóndito de las almas. Las miradas indican reflexión.
   Exactamente en ese instante, Divaldo abre los brazos como si estuviese
abrazando a todos, y cita la enseñanza de Jesús que consta en el Evangelio de Juan, capítulo10, versículo 10: He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.

   Jesús, el timonel de esa embarcación, aguarda nuestra decisión: Abandonar la nave e ir detrás de las ilusiones engañosas, o permanecer  junto a Él mediante el esfuerzo de, finalmente, seguir las enseñanzas y los ejemplos de Aquel que fue designado por Dios para ser nuestro modelo y guía. La elección es libre. La consecuencia obligatoria.
Todos se ponen de pie y suena un estruendoso y prolongado aplauso que aparentemente, indica la conclusión de la conferencia de esa noche. Sin embargo, la invitación de Divaldo permanece repercutiendo en las mentes de quienes, lentamente, se van retirando:Ilusión o Realidad. Ego o Self. Mamom o Dios.


                Texto: Djair de Souza Ribeiro
                Fotos: Sandra Patrocínio

(Texto em espanhol recebido da tradutora MARTA GAZZANIGA [marta.gazzaniga@gmail.com], Buenos Aires, Argentina)




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