14 de septiembre de 2014 - 07:00 hs.
PeriódicoTRIBUNA (de Juiz de Fora, Minas Gerais) entrevista a DIVALDO PEREIRA FRANCO
Orador espírita habla sobre violencia, perdón, cielo e infierno
Reconocido como uno de los mayores médiums y oradores espíritas de la actualidad y como el más grande divulgador del espiritismo en todo el mundo, el bahiano de Feira de Santana, Divaldo Pereira Franco, llega a los 87 años con números que impresionan: son más de 13.000 conferencias en cerca de 2.000 ciudades -brasileñas y de 65 países-, a lo largo de 67 años dedicados a la religión que abrazó. Como médium publicó 255 libros, con más de 8.000.000 de ejemplares, muchos de ellos psicografiados por un total de 211 autores espirituales y traducidos a 17 idiomas. La renta proveniente de la venta de los libros como también los derechos autorales, han sido donados a entidades filantrópicas y al mantenimiento de la Mansión del Camino, institución fundada por él en Salvador, que en la actualidad atiende a cerca de 3.000 niños y adolescentes de familias de bajos ingresos. Jubilado como escribiente en el antiguo Instituto de Previsión y Asistencia de los Servidores del Estado (Ipase), en Salvador, Divaldo tiene más de 600 hijos adoptivos y más de 200 nietos y bisnietos. Pese a la edad avanzada y después de haber superado un cáncer y un infarto, el espírita no rechaza invitaciones para llevar el conocimiento de la doctrina codificada por Kardec a todas partes del mundo, religión que para él es una ciencia y una filosofía de vida. El día 2 de septiembre ppdo., cuando estuvo una vez más en la ciudad para pronunciar una conferencia, el orador recibió a Tribuna y habló sobre el perdón, la violencia, el cielo y el infierno.
Tribuna –¿Dónde encuentra usted vitalidad para tantos compromisos?
Divaldo Franco -En la alegría de vivir. Cuando abrazamos una doctrina que nos ofrece la satisfacción de la vida, parece que el paso del tiempo no registra las responsabilidades, los compromisos que abrazamos. El espiritismo es una ciencia porque demuestra, en laboratorio, la supervivencia del alma, pero es también una filosofía de vida. Todos tenemos problemas, conflictos, herencias de perturbaciones emocionales, lo que heredamos, y nuestros propios delitos. A través de la filosofía espírita de la reencarnación, sabemos que todo eso tiene una razón de ser. No existe efecto sin causa. Siempre que haya una causa inteligente, el efecto será inteligente. Entonces, no consideramos al dolor como un hecho punitivo sino como un fenómeno normal. El organismo es materia, degenera, entonces el dolor es inevitable. Lo emocional tiene aspiraciones, el ser psicológico desea y no siempre consigue, entonces aparece un conflicto. El ser psíquico, en ocasiones, no tiene resistencia para enfrentar las vicisitudes y delira. El espiritismo no nos enseña el conformismo, con el que nos cruzaríamos de brazos y aceptaríamos, sino una resignación dinámica: "Esto me sucede por tal razón. Voy a luchar para superarlo". Porque todo lo que nos acontece tiene el consentimiento de Dios, y Dios nos ama realmente. Yo he tenido un cáncer, un paro cardíaco, pero nunca me dejé abatir. Gracias a eso, siento una inmensa alegría de vivir y tengo aún la oportunidad de confortar a las personas.
-¿Cómo no dejarse abatir por las desilusiones?
-Cuando conservo un disgusto, este me hace más mal que bien, y quien me ofendió no le está dando la menor importancia. Cuando yo perdono, me libero; pero, quien hizo el mal queda en deuda con las leyes divinas. El perdón no es olvidar el mal que nos han hecho, porque olvidar es un fenómeno de la memoria. El perdón es no devolver el mal que nos hicieron, quedar en paz. Si alguien no se siente a gusto con usted, esa persona tiene un conflicto; pero, cuando somos nosotros los que no nos sentimos a gusto, el conflicto es nuestro. Actualmente hemos adoptado la psicología del perdón. Necesitamos perdonar muchas cosas a los otros, pero también a nosotros mismos. Nosotros somos muy enérgicos con nosotros mismos. Si algún mal hacemos, a veces, lo ocultamos, tratamos de anularlo, pero llega el día en que este vuelve. ¿Qué hacer entonces? Concederse el derecho de ser una criatura humana: equivocarse, y volver a levantarse.
-¿Qué entiende el espiritismo por cielo e infierno?
-Son estados de conciencia. En la Edad Media, la gente podía comprender la existencia de lo que estaba en lo alto y en lo bajo, pero hoy sabemos que el infinito no tiene ni arriba ni abajo. En este momento podríamos estar con la cabeza hacia abajo, en otra posición; mientras tanto, en aquella realidad se concibió que lo bajo, lo inferior, era un lugar de desventura. Infierno era el lugar donde no había recuperación, y lo alto era la misericordia de Dios. Con la perspectiva de la física cuántica, de la cosmofísica, con el punto de vista de la psicología, no podemos concebir un Padre que castiga a un hijo -que es más ignorante que perverso-, por toda la eternidad, por un crimen que a veces es una infantilidad. Un individuo, por ejemplo, comete un crimen, asesinó a otro en un momento de furia: él merece una reeducación y no una punición permanente. El estado de conciencia nos conduce a la paz o nos conduce a la desgracia. Cuando tenemos una culpa o cuando nos arrepentimos, entonces estamos en el infierno. Cuando estamos bien con nuestra conciencia, estamos en el cielo. Consideramos que después de la muerte, después de lo que hayamos vivido, iremos a regiones felices o a regiones de desventura transitoria, porque el mundo es una asociación de energía y el universo es un conjunto de ondas concéntricas y excéntricas. De acuerdo con nuestro tono vibratorio, tanto podemos ascender cualitativamente como caer cualitativamente: ahí tenemos lo más fascinante. El Papa Juan Pablo II, un hombre notable, reconoció que el cielo y el infierno son estados de conciencia, al igual que Allan Kardec.
-Juiz de Fora vive en la actualidad una situación de violencia, en la que los jóvenes se matan los unos a los otros. ¿Qué tiene para decir el espiritismo, a las personas que han perdido seres queridos a causa de la violencia?
-Existe una falencia de la cultura, porque es inmediatista: el triunfo significa que usted derribe al otro para ocupar su lugar; felicidad significa que usted tenga una pasión, la deje fluir y después descarte a la persona. El concepto ético y moral ha sufrido un cambio terrible, y en la actualidad lo que vale es el individualismo, el consumismo, el erotismo. Cuando el individuo se siente frustrado, al no tener resistencia moral recurre al crimen: ya sea contra el otro, contra el patrimonio, o contra él mismo, en el estado de desamor. Proviene de la divinidad la propuesta de que nos amemos. Amar a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Si yo no me amo, nunca lo amaré a usted; tendré un sentimiento de pasión, de deseo, pero cuando yo sea contrariado, el amor se transformará en rebeldía. No era amor, pues; era deseo. Mientras tanto, si yo me amo, si me respeto, si deseo evolucionar intelectual y moralmente, comprendo qué difícil es para mí dominar ciertas tendencias negativas. Entonces le doy al otro el derecho de que también tenga esas tendencias negativas. Yo no puedo imponer mi sentimiento a los demás. Yo puedo exponer; pero, si fuera rechazado -pues bien- voy en busca de otra persona. De esa manera, a través de la reencarnación, podemos cambiar ese cuadro de violencia: la violencia del individuo contra sí mismo, contra la sociedad. Cuando no puede destruir al otro, entonces se mata, en un proceso de venganza, para que el otro experimente un conflicto. La propuesta de Jesucristo como filósofo, como pensador, como hombre que cambió la cultura del mundo para todas las épocas, es autoamarse para amar y educar, porque a través de la educación modificamos hábitos y ofreceremos resistencia. Brindamos al individuo la esperanza de que si algo no resultó, hoy es la víspera de lo que va a ser acertado mañana. También, para aquellos que quedan sufriendo ante una pérdida, nosotros decimos: No se desespere. Los seres queridos viven, volverán, y usted tendrá contacto con ellos.
-Y en la práctica, ¿creen que pueden ayudar a los espíritus que desencarnan siendo víctimas de la violencia?
-A través de la plegaria, del recuerdo cariñoso. Todo impacto nos produce un gran choque emocional, y cuando ocurre algo trágico quedamos retenidos en la tragedia. Un día, un materialista me dijo una cosa interesante: Cuando viene un paciente que perdió a un familiar, como materialista, yo no tengo nada para decirle. Entonces, le sugerí algo: recuerde todo lo que usted compartió de alegría, de bueno y de felicidad con su ser querido. No piense en la muerte de él, recuerde la época de alegría. No todo será para siempre. Él murió, pero yo fui feliz durante cierto tiempo, y acepte eso. Me pareció notable. Porque lo que importa no es ser feliz de modo permanente, porque es imposible; llega el momento en que la felicidad se interrumpe, pero cuando recordamos cosas buenas volvemos a vivirla. ¡Ah, pero terminó en una tragedia! Yo digo: No. Se interrumpió en aquel momento, para continuar después.
-En el libro “Transición planetaria”, que usted psicografió a través del Espíritu Manoel Philomeno de Miranda, el autor manifiesta que la Tierra está atravesando una transformación, para dejar de ser un planeta de pruebas y expiaciones y transformarse en un planeta de regeneración. O sea, que sólo reencarnarían en la Tierra espíritus que están en el camino de la evolución, que han practicado el bien. Las personas que sólo han hecho el mal en la Tierra irían a reencarnar en otro planeta, de sufrimiento y de dolor. ¿Cómo pueden las personas que no son espíritas entender esa situación?
-Eso es lo que predican todas las doctrinas cristianas. La gran guerra del Armageddon, la batalla final. El Armageddon es una región denominada Valle de Jericó, en Israel. Todas las batallas se disputaban allí, porque hay un paso estrecho. En la actualidad, con las armas inteligentes, no hay guerra local. La guerra puede ser aquí, pero puede haber una nave al otro lado del Atlántico que envíe un misil teleguiado a través de cinco mil quilómetros, y que éste llegue hasta el hotel. Es un arma inteligente. El Armageddon es nuestro estado de conflicto. Vivimos en una sociedad conflictiva: las personas no se aman, se arman. En vez de amarse las unas a las otras, se arman las unas contra las otras; un verdadero caos. Pero, al mismo tiempo, nunca ha habido tanta bondad en el mundo. Estar viendo la tragedia de Afganistán, de Iraq, de esa intolerancia del radicalismo, que degüella personas, es trágico. Mientras tanto, ¡cuántos miles de personas buenas! Evocamos a la madre Teresa de Calcuta, a Chico Xavier, a personas anónimas, padres y madres generosos, abnegados para con hijos ingratos y perversos. Científicos destacados, como los médicos sin fronteras, que son contagiados por el Ébola para salvar a la humanidad. Otros, en laboratorios, tratando de encontrar antivirus para el Aids, el Ébola, las infecciones degenerativas. Crea, usted, que hay mucha más gente buena que mala. Ocurre que las personas perversas hacen mucho barullo, y las personas buenas son discretas, entonces pasan desapercibidas. Se está produciendo un cambio de concepto. No todos están satisfechos. Anhelan un mundo mejor en el cual no haya dolor, porque no habrá mala conducta, no existirán esas enfermedades degenerativas porque ya no necesitaremos sufrir. Tendremos al amor como nuestro norte.
Abrazo - Jorge Moehlecke
(Texto traduzido recebido em email de MARTA GAZZANIGA [marta.gazzaniga@gmail.com])
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